Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100353
Legislatura: 1893
Sesión: 16 de Junio de 1894
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 149, 2899-2904
Tema: Tratados de comercio y relaciones comerciales con Alemania y otras Naciones

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Me apena, Sres. Senadores, verdaderamente me apena la actitud adoptada hace algún tiempo por ciertos elementos políticos de nuestro país, y la insistencia y la pertinacia con que en ella continúan; y me apena, no por el Gobierno, que después de todo, esas actitudes no ocasionan a los Gobiernos más que enfermedades pasajeras que molestan, pero que no matan. (Bien, bien.) Me apena, repito, no por las dificultades que al Gobierno puedan traer esas inexplicables actitudes, sino por el porvenir del país, porque son ejemplos funestos, muy dados a ser imitados; y ¡ay si se imitan después ¡ (Muy bien, muy bien.-Grandes muestras de aprobación en la mayoría. El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: Hemos aprendido de SS. SS.- Grandísima confusión y vocerío.)

Jamás, jamás hemos hecho tal cosa.

Todavía esas actitudes, adoptadas por los partidos extremos, y hay que hacerles la justicia de que en España no las han adoptado con frecuencia, pueden causar un daño pasajero y de momento; pero seguidas y mantenidas por hombres que se llaman de gobierno, son una semilla funesta que no puede menos de producir un fruto dañado y fatal para el país. (Muy bien, aplausos. El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: Ya contamos con ello.) Pues entonces, ¿qué os proponéis? Si contáis con eso, ¿qué vais a hacer para gobernar? ¿No conocéis que os será imposible? Si contáis con ello, y creéis que es natural que se os corresponda de la misma manera, llegaréis al poder, pero no podréis gobernar. (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: No parece sino que SS. SS. no lo han hecho anteriormente; es una dificultad con que siempre hemos contado, y sin embargo hemos sido gobierno.) Jamás, repito; nunca. [2899]

El Sr. PRESIDENTE: Ruego a los Sres. Senadores que guarden silencio.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Todos los partidos en España, como en todas partes, todos los partidos, han hecho algunas veces, más o menos indirectamente, mayor o menor obstrucción; pero ha sido, dicho sea en justicia de todos ellos, ha sido en proyectos de ley más o menos políticos, en proyectos que se creía que favorecían al partido dominante, pero que podrían perjudicar a la oposición mañana, y defendiendo derechos parlamentarios; pero jamás ningún partido, ninguno, ha hecho obstrucción ni ha producido esas dilaciones en proyectos que son verdaderamente cuestiones de gobierno. (Grandes rumores en la minoría.) Nunca. Citad un caso en que el partido liberal haya producido la más pequeña dilación en proyectos verdaderamente de gobierno; y ésta es una verdadera cuestión de gobierno, para mí como para el Canciller Caprivi, y ya le diré al Sr. Duque de Tetuán que yo hago más que el Canciller Caprivi en este punto.

No son sólo cuestiones de un gobierno aquéllas que se refieren a los recursos que todo partido puede necesitar para gobernar; no lo son aquéllas que solamente se refieren a cuestiones de orden público, no: son de gobierno, y muy esenciales, las cuestiones que se refieren a nuestras relaciones internacionales, y de las cuales puede depender el mantenimiento o la ruptura de las buenas relaciones de España con las demás Potencias. Ésa es una cuestión de gobierno, esencialmente de gobierno; y por eso, hasta ahora, ningún partido ha hecho lo que se viene observando que hace el partido conservador con el tratado de comercio que pende del dictamen de la Comisión.

¿Qué ha hecho la mayoría de la Comisión de tratados en una cuestión esencialmente de gobierno? Porque hay que advertir que para justificar, hasta cierto punto, la conducta de la mayoría de la Comisión, se ha querido indicar aquí, y se ha dicho en otra parte, que estas cuestiones, hasta que reciban la sanción del Parlamento, son cuestiones interiores.

Estas cuestiones tienen tres épocas. Primera, la de preparación, en que cada país estudia los medios y recursos con que cuenta que él puede cambiar, y estudia también los recursos y los medios de la Nación con la cual quiere cambiar y convenir. Ese estudio es exclusivamente interior, es del Ministro de Hacienda, que va determinando aquellos artículos o productos del país con que se trata; y estudia también, estudio interior en el cual nada tiene que ver la Nación con quien va a tratar, la manera de ir compensando los productos que un país tiene, los que a otros países les faltan, los que tiene de más éste o de menos aquél, para hacer un tratado, no engañándose los unos a los otros, como se ha querido decir y se quiere pretender aquí por alguien porque eso no puede pasar ya, ésa no es la política del día, ésa es una política condenada por la experiencia y por la historia; no, sino que en los tratados se busca el progreso, la conveniencia, la mejor ventaja para los países que tratan.

Cuando el Ministerio de Hacienda ha hecho ese estudio, ha establecido los límites para subir o bajar en los cambios que se hacen con los diferentes artículos ya determinados con el país con el cual se ha de negociar, esos estudios pasan al Ministerio de Estado, y desde aquel momento toma ya el trabajo un carácter internacional. Ésta es la segunda etapa de los convenios; ésta es la etapa de las negociaciones. Con esos datos del Ministro de Hacienda, el Ministro de Estado trata con el embajador de la Nación con la cual va a convenir o directamente con el Ministro de dicha Nación, y generalmente lo que hacen es que cada Gobierno nombra sus delegados para discutir y bajar o subir aquellos puntos que se han de convenir. En este caso, ya en esta segunda etapa, no es un asunto sólo interior, puesto que se discute con delegados de distintas Naciones; si fuera interior, no hacían falta para nada los delegados de la Nación con la cual se va a convenir. Pero después que estos delegados han convenido el tratado y le han concertado, entonces ese tratado es una cuestión esencialmente internacional, hasta el punto de que un Gobierno no puede modificarlo ni tocarlo para nada sin que intervenga el otro Gobierno, sin la aquiescencia del Gobierno de la otra Nación. ¿Se puede dar una cuestión o asunto más internacional?

Ahora bien; en tal estado las cosas, y cuando ya este asunto tiene carácter internacional, claro está que como el Rey, o el Poder ejecutivo, no pueden hacer tratados sin la sanción de las Cortes de uno y otro país que lo conciertan, determinan que ese concierto, ese tratado, es sin perjuicio de la aprobación de sus respectivos Parlamentos. (El Sr. Mena y Zorrilla: Vuelve a ser cuestión interior.) No; prueba de que no se somete al Parlamento un asunto pura y exclusivamente interior, es que, como he dicho, el Gobierno no lo puede modificar sin la aquiescencia de la otra Potencia. Lo que hay es, que el Parlamento está en su derecho, juzgando las ventajas o inconvenientes de un tratado, en aceptarlo o desecharlo, e iguales condiciones tiene el Parlamento de la Nación con quien se trata (El Sr. Mena y Zorrilla pronuncia palabras que no se perciben); hasta el punto de que los tratados, cuando se presentan a los Parlamentos, éstos los pueden desechar o aprobar, pero lo que no pueden hacer sin consentimiento de las otras Naciones es modificarlos (Rumores en la minoría. El Sr. Mena y Zorrilla pronuncia palabras que no se perciben), porque no harían nada con modificarlos si la Potencia con quien se trata no aceptara las modificaciones. (Rumores en la minoría conservadora.) Pues eso prueba que el asunto tiene un carácter perfectamente internacional. (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: Y nacional también, como contrato bilateral que es.)

Pues bien; se trata, por tanto, de una cuestión de gobierno, como asunto esencialmente internacional, y en esta cuestión de Gobierno, ¿qué ha pasado? Los hombres de Gobierno, lo que hubieran hecho, aun suponiendo que les pareciera muy mal y detestable el tratado, era procurar dejar bien al Gobierno de España (porque no se trata del Gobierno del partido liberal, sino del Gobierno de la Nación) con los demás Gobiernos con los cuales hubiera tratado, y con todas las protestas, con toda la oposición y todo el estudio, toda la diligencia, toda la actividad necesaria para aprobación o desaprobación del tratado, haber presentado en tiempo hábil el dictamen a discusión. Eso es lo que hubieran hecho con las mayores protestas los hombres de gobierno a quienes no les hubiera parecido bien; pero impedir la [2900] discusión, retenerla y hacer mayor o menor obstrucción, ¡ah! Eso no lo pueden hacer los hombres que se llaman de gobierno. Señores, hay pendientes en las Cámaras tratados votados por los Parlamentos de otras Naciones, porque aquí se habla mucho del tratado con Alemania, y hay tratados con Austria, con Italia, con cinco o seis Naciones, que están aprobados por sus Parlamentos respectivos, y aquí hace dos meses y medio que están en poder de la Comisión, de esa Comisión que tiene tanto que estudiar y enterarse tan a fondo de todo, y no ha dado todavía dictamen, habiendo dejado pasar un plazo, y dejando trascurrir todos los demás para que quedemos mal con todas las Potencias de Europa.

¿Es esta manera de proceder por hombres que se llaman de gobierno? ¿Es esta manera de considerar una cuestión esencialmente de gobierno, que puede afectar a nuestras relaciones comerciales? Es que no importan nada las relaciones comerciales con los demás países de Europa? ¿Es que no importa nada a España que se enfríen esas relaciones comerciales y que se enfríen también las relaciones políticas? (Rumores en la minoría.) ¿Es que no importa nada a España que las Naciones extranjeras nos tengan buena voluntad o nos miren con enojo? Pues eso es lo que ha hecho la mayoría de la Comisión; no ya desaprobar, que en eso la Comisión hubiera estado en su derecho, como también la Cámara; pero lo que no se puede consentir es que no se digan siquiera las razones que tenemos para desechar ese tratado, a aquellos países que han aprobado sus tratados con España. Ése es un desaire, una desconsideración que no se puede tolerar, y de la cual no quiero yo que se haga solidario el Senado español.

Aparte de estas consideraciones internacionales, esta dilación de la mayoría de la Comisión nos ha producido ya grandes perjuicios para los intereses peninsulares y para los intereses también de nuestras provincias de Ultramar. ¿Quién compensará esas pérdidas y perjuicios? ¿A quién se va a hacer responsable de esos perjuicios, de la ruina de muchas industrias, del descenso que va a tener la entrada o importación en nuestras provincias de Ultramar, que creen que las desconsideramos tratándolas de cierto modo? Pues bien; esos perjuicios han venido, y yo quiero que la responsabilidad de ellos recaiga sobre quien debe recaer, y se sepa que el Senado español no tiene nada que ver con la conducta de la mayoría de la Comisión, y que si el Senado español hubiera tenido medio, se hubiese dado dictamen, se hubiera discutido y aprobado o desaprobado, que a eso tienen derecho las Cámaras; y el Gobierno entonces hubiera visto lo que tenía que hacer. ¿Pero hemos hecho eso? ¿Qué han hecho las demás Naciones? Las demás Naciones han hecho lo que nosotros no hemos querido hacer todavía; pues todas han presentado los tratados a sus Parlamentos, les han parecido buenos o malos (en general parecen siempre mal todos los tratados que se hacen a los Parlamentos de todos los países; pero buenos y todo, esos Gobiernos han procurado sacar de su Parlamento los tratados); tratado ha habido, no con la Nación española, sino con Francia, en que el Parlamento francés lo desechó, y por eso no pasó nada.

Pero en fin, ya que se habla aquí tanto del tratado con Alemania, ¿qué ha hecho el Gobierno alemán? Pues presentar el tratado con España a su Parlamento; éste le consideró mucho más perjudicial para Alemania que vosotros le consideráis para España; y se dijeron cosas más duras al Gobierno que vosotros habéis dicho a éste, con haber sido tan duras, y el Gobierno alemán tuvo que hacer grandísimos esfuerzos para sacar triunfante el tratado, hasta tener que hacer que interviniera la influencia del Emperador. Y después de todo eso, Sres. Senadores, ¿sabéis por cuántos votos salió triunfante el tratado con España? Por 19 votos de mayoría, en una Cámara que tiene setecientos y tantos miembros.

Pero decía el Sr. Duque de Tetuán: ¿por qué no imita el Presidente del Consejo al Canciller Caprivi? Ya lo creo que le imito; pero haced vosotros lo que hizo aquella Comisión con el Canciller Caprivi. Que venga el tratado al Parlamento, y lo haré; no lo que hizo Caprivi, a pesar de que tendría derecho para hacerlo, que eso después lo haría quien pudiera. Y voy a deciros lo que hizo Caprivi, Sres. Senadores, puesto que cuando no lo ha dicho el Sr. Duque de Tetuán, es porque se le ha olvidado.

¿Qué hizo el Canciller Caprivi? Pues decir al Reichstag: aquí tenéis el tratado hispano-alemán; el Gobierno necesita que lo aprobéis; si no lo aprobáis, está bien: o yo presento mi dimisión o yo propondré vuestra disolución. Lo cual no es lo mismo, señor Duque de Tetuán. (Risas en la mayoría.)

¿Saben SS. SS. con lo que les amenazaba el Canciller Caprivi? Pues con la disolución, porque estaba seguro de ella. Si quieren SS. SS. que yo haga eso ahora mismo, venga el dictamen y verán SS. SS. cómo lo hago.

Pero además, el Canciller Caprivi, ¿estaba en la misma situación en que me encuentro yo? Porque la cuestión es que allí no se nombran las Comisiones como aquí; la Comisión dictaminadora, que fue nombrada por otros procedimientos que los que aquí se emplean para elegir las Comisiones, era casi en su totalidad hostil al proyecto; pero como aquella Comisión tiene otros procedimientos que ésta (Risas), aquella Comisión, que yo no sé siquiera si está compuesta de hombres conservadores, pero por lo visto está compuesta de hombres de gobierno, aquella Comisión, enemiga y todo del tratado, emitió su dictamen, y puesto el dictamen sobre la mesa, vino la proposición del Canciller Caprivi. Venga el dictamen sobre la mesa, y yo haré lo mismo que el Canciller Caprivi; o si no, si quiere el Sr. Duque de Tetuán, para igualarme al Canciller Caprivi, propondré también la disyuntiva: o me voy del Gobierno, o pido la disolución de las Cámaras.

Ya ve S. S. cómo el Gobierno puede continuar en su puesto con la misma dignidad que continúa en el suyo el Canciller Caprivi y todos sus compañeros, y que todas esas palabras gruesas de dignidad y demás que hemos oído aquí, no necesitan decírmelas, porque la tenemos en tan alto grado como SS. SS. y la defendemos tan enérgicamente como SS. SS. la suya. (Muy bien, en la mayoría.)

Pero vamos a ver: ya que se me ha dicho a mí lo que ha hecho el Canciller Caprivi, voy a decir yo lo que ha hecho en oposición a aquella Comisión del Reichstag la Comisión nombrada por el Senado.

Se nombró la Comisión por las Secciones, en las cuales fue realmente derrotado el Gobierno, derrotado hasta cierto punto, porque al fin los conservadores no tienen más que tres puestos y cuatro los liberales. [2901]

No hay más sino que hay un liberal que, por esa libertad que ha habido siempre en todos los partidos, lo mismo en el conservador que en el liberal, en las cuestiones económicas toma su camino, aunque yo creí que no lo iba a tomar como lo ha tomado, porque no conozco más ejemplar que el Sr. Chávarri, que cree que no tiene nada que ver la conducta que él ha seguido en la defensa de los intereses económicos, con su conducta política, poniendo al Gobierno en dificultades, de las cuales el Gobierno saldrá. ¡Pues no ha de salir; no faltaba más!

Pero en fin, fue derrotado; yo no le di gran importancia a la reunión de las Secciones, porque tratándose de una cuestión, como he dicho, de carácter internacional, entendía yo que aquí, donde realmente no hay más que conservadores y liberales, no había de haber ninguna resistencia de esas que pudieran ocasionar el conflicto en que hemos entrado, porque me figuré que los conservadores podían hacer oposición, pero que cumplirían con su deber como hombres de gobierno, y en ese concepto no me importaba nada; antes, al contrario, me pareció bien que los conservadores formaran parte de la Comisión. No tuve yo el temor de que ganaran. Es más; cuando supe que había tres conservadores en la Comisión, ahí están mis compañeros, les dije: no importa, mejor; nos ayudarán a sacar adelante este tratado. Yo no me figuraba que pudiera haber un partido que se llamara de gobierno y conservador, que conquistado el baluarte por casualidad, luego se valiera de él para hacernos daño y para molestar la vida en la ciudad conquistada. Por eso ganaron las Secciones. Pero está bien.

Preocupado está el Sr. Duque de Tetuán con que se vaya el Gobierno por eso. Nunca se ha ido un Gobierno por semejante cosa; porque ¿sabe S. S. por qué se fue el Gobierno que nos ha citado del Sr. Arrazola? Pues se fue porque estaba derrotado, no sólo en las Secciones, sino en las Cámaras, porque no tenía mayoría, y la manifestación de las Secciones fue la manifestación en las Cámaras, que era evidente, segura y cierta para todo el mundo, y por eso se fue. ¿Pero es que cree S. S. que el Gobierno ha dudado nunca, ni después de lo ocurrido, de la mayoría que tiene en el Senado? ¿Es tan inocente que cree que lo que ha pasado en las Secciones es reflejo de la mayoría del Senado? ¿Es eso lo que cree S. S.? Porque si no lo cree, lo ha dicho. De ahí el empeño del Sr. Ministro de Estado, y el empeño mío de que la mayoría le demuestre a S. S. lo contrario, que le pruebe que lo que pasó en las Secciones fue una casualidad, de la cual no debieron aprovecharse nunca, jamás, los conservadores.

Pues bien; ¿y qué han hecho, en lugar de conducirse como yo he dicho que debieron haberse conducido? ¡Ah! Lo primero, una información, en este que es el país de las informaciones, y que acaba de tener el Gobierno una extensísima. ¿Por qué? Porque cada individuo de la mayoría de la Comisión que ha hablado ha tenido distinta razón para hacer necesaria la información. Se levanta el Sr. Barzanallana, y dice: ?¿Qué habíamos de hacer desde el momento en que me enteré yo de que en la información anterior había errores y hasta falsedades?? Errores y falsedades que no existían, ni conozco a nadie que las haya visto.

?En el acto, como la información anterior era falsa y errónea, era necesario hacer una información.? Bueno; está bien. Pero se levanta en seguida el señor Durán y Bas y dice: ?Era interesante, porque se trataba de variar la marcha arancelaria del país; y eso lo vi en la Memoria suscrita por el presidente de la Comisión de tratados, que decía que los tratados con Alemania, Austria e Italia parecía como que entraban en un camino de nuevas corrientes arancelarias, y ¡claro está! Como que se trataba de variar el régimen arancelario que yo amo tanto, y del cual creo que no se puede prescindir sin que venga la ruina y la muerte de todos los intereses españoles, yo dije: es necesario abrir la información.?

Pero luego se levanta el Sr. Marqués de Mochales, y este Sr. Senador ya no creyó necesaria la información, ni por lo uno ni por lo otro, sino porque a S. S. no le dejaban vivir las personas que estaban aquí ni las que estaban fuera. Desde el día que fue nombrado S. S. para la Comisión de tratados, no podía ni andar por los pasillos de esta Cámara, porque todo el mundo le pedía la información; y cuando entraba en su casa, eran tantos los telegramas, cartas y peticiones que llegaban a S. S. solicitando la información, que esa ha sido la causa de que S. S. la pidiera. (Risas)

Después de todo, el Sr. Marqués de Mochales debió asustarse por poca cosa, porque no comprendo que no le dejaran vivir a S. S. con tantas peticiones de palabra y por escrito para 120 informantes que ha tenido la Comisión; y eso, traídos algunos como yo me sé, como sabe S. S. y como además sabe todo el mundo.

De manera que, después de todo, son 120 los informantes. ¿Le parece eso serio a la Comisión, cuando aquí para cualquiera cosa se traen a miles los informantes? Con los recursos de que han dispuesto los autores de la información, no digo yo cientos de informantes, sino miles, se traen en una semana. (Nuevas risas.) Y con esa información, hecha de esta manera, quieren enmendarse los errores cometidos por la otra información, errores que hubieran podido deshacerse en un par de días si se hubiera querido. Había algunos que manifestaban que no era cierto lo que decía la Memoria; otros que aseguraban no haber informado; y como allí estaban los que escribieron la Memoria, con llamar a los unos y a los otros para ponerse de acuerdo y deshacer las equivocaciones, estaba despachado el asunto en un par de días.

Pero en fin, la información era necesaria, la información se hizo en esos términos, ¿y sabéis cuánto tiempo empleó la Comisión para evacuar la información, tratándose de un asunto internacional a plazo fijo? Pues para dejar pasar ese plazo, empleó más de un mes: treinta y seis días. (El Sr. Marqués de Mochales: Veintidós sesiones.) Pero treinta y seis días. (El Sr. Marqués de Mochales: No todos los días hubo sesión.) Debieron SS. SS. tenerla, y si era necesario, de día y de noche; ése era su deber; para eso les nombró a SS. SS. el Senado. (En la mayoría: Muy bien, muy bien.-Rumores en la minoría. ?El Sr. Marqués de Mochales: ¡Pues no faltaba más!) Cuando los intereses de la Patria lo exigen, cuando es necesario para salvar ciertas formalidades, eso es lo que deben hacer los representantes del país. (El Sr. Duque de Tetuán: ¿Cuánto tiempo estuvisteis vosotros sin comunicar con la Corona?-Protestas en la mayoría.) [2902]

Pero hecha la información, en la que se han invertido treinta y seis días y se han celebrado 22 sesiones, resulta que la Comisión todavía no puede dar dictamen, porque lo primero que hay que hacer es imprimir y publicar la información. Yo supongo que no será para los individuos de la Comisión, porque SS. SS., que han oído la información verbal, no necesitan enterarse de ella; esa publicación será para los demás, a no ser que SS. SS. la pidan también para volver a enterarse; y el caso es, que mientras se hace la impresión y se la da publicidad, SS. SS. no emiten dictamen.

Es decir, que va a pasar tanto tiempo, que cuando se dé dictamen ya se les habrá olvidado a SS. SS. la información verbal, y van a tener que estudiar después la información escrita, a no ser que pidan otra nueva información. Para la impresión y la publicación de la información se ha gastado bastante dinero, que ya que de economías tratamos bueno hubiera sido ahorrar todo aquello que fuera ahorrable, y yo creo que en muchas cosas se pudiera haber ahorrado algo. Pero se imprime y publica la información, y aparece una interpelación en el Congreso sobre nuestras relaciones con Alemania, y dice la Comisión del Senado: ya no puedo dar dictamen hasta saber en qué queda la interpelación anunciada en el Congreso; y, en efecto, la Comisión no hace nada; pero acabada la interpelación en el Congreso, viene al Senado y dice la Comisión: es necesario concluir la interpelación del Senado, porque si no, no tenemos bastante conocimiento de causa para dar dictamen; y aquí estamos en la última etapa que ha determinado la Comisión de tratados.

Pues después de todo esto, después de todos estos estudios, nos encontramos con que un individuo de la Comisión no sabe lo que ha de hacer, su conciencia no le ha dictado todavía lo que debe resolver en la cuestión de los tratados, no sabe si firmará el dictamen o si hará obstrucción, que le parece lícita siempre que el tratado pueda lastimar los intereses de España. Me refiero al Sr. Durán y Bas. De manera que no sabe todavía lo que va a hacer, porque , como el tratado le parece malo, su conciencia le puede dictar que llegue al obstruccionismo. Ahora bien; si S.S. hubiera tenido la casualidad o la suerte de haber sido elegido para formar parte de otras Comisiones para otros tratados, resultaría que ninguno se hubiera aprobado, porque a todos hubiera hecho obstrucción.

Luego nos encontramos con el Sr. Chávarri, que al principio dijo que no sabía si podría firmar, porque tiene una inteligencia tan escasa, que necesita muchos meses para enterarse del tratado de comercio. El Sr. Chávarri se hace una gran injusticia, porque su inteligencia es muy perspicaz y ve en un momento, sobre todo en ciertos asuntos, mucho más que el resto de los mortales vemos en bastantes horas; pero, en fin, sea de ello lo que viera, dice: ?Necesito mucho tiempo, y no sé todavía cuándo me enteraré.?

El Sr. García Barzanallana, que creo es el más dispuesto a no poner dificultades, sobre todo dificultades de cierto género? (El Sr. García Barzanallana: Dificultades nadie las pone.) Pues lo parece, Sr. García Barzanallana; pero en fin, yo se lo admito. Y aquí viene mejor que nunca lo de la mujer de César: no basta ser bueno, es preciso parecerlo.

Pues bien; el Sr. García Barzanallana es el más dispuesto a no poner dificultades, y el Sr. Marqués de Mochales dice: ?Yo ya tengo todos los datos reunidos, pero espero a que me den las órdenes mis jefes.? (El Sr. Marqués de Mochales: No es eso.) Eso resulta del Extracto de las Sesiones; de manera, que si sus jefes, que no sé cuáles son, a no ser el señor Cánovas del Castillo? (El Sr. Marqués de Mochales: He dicho, Sr. Presidente del Consejo: ?de mis compañeros de la mayoría de la Comisión.?) Entonces, serán las órdenes del Sr. García Barzanallana. Bueno es que vayamos así determinando responsabilidades. De manera que la responsabilidad será del Sr. García Barzanallana. Pues ya tenemos dos que pueden firmar: el Sr. García Barzanallana que no pone dificultades, y el Sr. Marqués de Mochales que dice que tiene reunidos ya todos los datos, y no tiene más que esperar la orden para que lo firme. (El Sr. García Barzanallana: Yo no doy orden ninguna.) Entonces, que no diga de sus jefes, porque éstos dan órdenes, y si no, no lo son, y él ha dicho que espera la orden de sus jefes.

Resulta, pues, que lo que manifestaba el Sr. Duque de Veragua en nombre de los tres individuos del partido liberal que están en la Comisión, es verdad. En esa Comisión, hasta ahora, no hay más que una afirmación, que es la de esos tres Sres. Senadores, que afirman que debe darse cuanto antes dictamen sobre el tratado, y que tienen el sentimiento de no haberlo podido emitir antes por los obstáculos que les han puesto sus compañeros.

¿Qué resulta de esto? Pues resulta que no va a haber dictamen, porque la Comisión no está en condiciones de darle. A esto decía el Sr. Ministro de Estado, y con razón: ?pues hay que poner remedio?. El Gobierno no lo puede poner, porque no ejerce autoridad ninguna sobre la Comisión, ni tiene medio coercitivo alguno para obligarla a cumplir con sus deberes. Pues, ¿quién puede tenerla en todo caso? El Senado, y a él apelaba, y esto puso vidriosos los nervios de los conservadores, por apelar al Senado.

Pues qué, ¿creen que el Senado es tan arbitrario y que está tan fuera de sí, que iba a tomar resoluciones que no se acomodaran a la conveniencia y a la justicia? ¿Pues a quién podemos apelar como juez, más que al Senado? ¿Es que el Senado no tiene autoridad sobre todo lo que al mismo se refiera? ¿Es que el Senado, que puede examinar, criticar y censurar la conducta de su Presidente y la conducta de la Mesa; es que el Senado, que puede examinar y criticar y condenar la conducta de los tribunales de justicia, aun en su más alta jerarquía; es que el Senado, que puede criticar, examinar y censurarlo todo, menos lo que la Constitución hace inviolable, no puede censurar, ni examinar, ni criticar la conducta de una Comisión nombrada de su seno? (Muy bien, muy bien, en la mayoría.- El Sr. Conde de Esteban Collantes: Dentro del Reglamento.) Si puede, porque aunque no hay ningún artículo en el Reglamento que determine cómo se ha de exigir la responsabilidad, si se la puede exigir a todo, menos a lo que la Constitución hace inviolable, ¿cómo no ha de poder exigirla a una Comisión que es de su seno y que ha nombrado?

Ahora bien; ¿Cómo ha de exigirla? No lo consigna el Reglamento; pero yo le diré a S. S. que la manera de hacerlo está en el artículo que sigue a aquel que determina la manera como el Senado puede criticar y censurar la conducta de la Mesa y del Presidente. [2903]

¿Dónde está ese artículo en el Reglamento? (El Sr. Mena y Zorrilla: Está en el espíritu total del Reglamento.) ¿Está? Pues en ese espíritu? (El Sr. Mena y Zorrila: Está en la totalidad del Reglamento.) Tanto mejor para mí; yo me contentaba con que estuviera en un artículo, que es el que determina el modo de censurar a la Mesa; pues en ese mismo artículo, en párrafo aparte, encontraba yo la atribución que yo daba al Senado con respecto a la Comisión; pero me dice el Sr. Mena y Zorrilla que no está en un artículo solo, sino que está en todo el Reglamento, que está en su espíritu, ¡pues tanto mejor para mí! (Muestras de aprobación.)

Pues bien; el Sr. Ministro de Estado apelaba al Senado para resolver esta dificultad, pero al mismo tiempo para resolver una duda; porque el Sr. Duque de Tetuán ha dicho que el Gobierno no tiene mayoría en esta Cámara (El Sr. Duque de Tetuán pide la palabra), y que vive sólo por la volunta de la Corona, y que éste no es un Gobierno parlamentario. Pues es necesario saberlo, y el Ministro de Estado hacía bien ( y yo le aplaudí y apoyé en eso como en todo) en apelar al Senado para ver si S. S. tiene razón.

Pues qué, ¿cree S. S. que si yo tuviera esa duda hubiera permanecido aquí un solo momento? ¿Por dónde? Si permanezco aquí, es porque creo tener la confianza de la mayoría del Senado (Muy bien, muy bien), y mientras la tenga, así como la voluntad de la Corona, las intrigas de partido, los obstruccionismos para ponerme dificultades, no me importan absolutamente nada (Muy bien, muy bien); porque si los Gobierno hubiera de estar a merced de esas intrigas, no habría Gobierno posible. Así es que, repito, mientras cuente con la confianza de la mayoría y la voluntad de la Corona, yo permaneceré en mi puesto. De manera que por ahí no conseguís nada.

Yo siento verme obligado a molestaros tanto tiempo, pero si se trata de prorrogar la sesión continuaré, porque no me siento fatigado. (El Sr. Marqués del Paso de la Merced: Nuestra cortesía hacia el Sr. Presidente del Consejo de Ministros la tendrá mientras S. S. crea conveniente continuar su discurso, y de este lado no se hará oposición alguna. ?El Sr. Duque de Mandas: Aunque la sesión no se prorrogue, nosotros tenemos mucho gusto en seguir oyendo a S. S.)

Pero como yo no quiero, Sr. Presidente, que por mí se quebrante en lo más mínimo el Reglamento, será necesario que se pregunte si se prorroga la sesión, porque, una vez acordada la prórroga, podré hablar con más desahogo, y además tendrá un término este debate, no sólo con mi discurso, sino con las consecuencias que de él se desprendan. (El señor Marqués del Paso de la Merced: La propuesta que indica S. S. tiene que hacerse por el Sr. Presidente con sujeción al Reglamento, para en ese caso poder pedir la palabra y emitir nuestra opinión. Nosotros estamos dispuestos a permanecer aquí todo el tiempo que sea  necesario para que S. S. termine su discurso; a lo que no estamos dispuestos es a pasar aquí toda la noche hasta que concluya el debate.)

Entonces, Sr. Presidente, estoy, como siempre, a las órdenes de S. S., y toda vez que han pasado ya las horas reglamentarias, si S. S. no tiene en ello inconveniente, continuaré en la sesión del lunes próximo. (Muy bien, muy bien. Grandes aplausos.)   



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